Ahmadineyad no ha ido a Suiza a defender la suerte de los palestinos, sino a
lanzar su soflama ritual, buscando el eco adecuado en Irán con vistas a las
presidenciales de junio. Objetivo que ha cumplido holgadamente, a juzgar por el
recibimiento que se le dispensó ayer en Teherán. En cualquier caso, la mejor
manera de hacer luz sobre las lacras del racismo o el menosprecio de los
derechos humanos no es permitir el secuestro propagandístico de un foro mundial
por parte de un dirigente con pocos escrúpulos, como han hecho Estados Unidos y
la decena de países que han boicoteado previamente, por su sesgo antiisraelí, la
reunión de la ONU. En el caso de Washington, choca que su explícita apertura
diplomática y negociadora hacia Teherán se corresponda con la negativa a
escuchar a su probable interlocutor. Los disparates no se combaten en ausencia,
sino respondiendo a ellos con argumentos. Que en este caso son abundantes y de
peso.
(El País, 22 de abril de 2009)
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